29 mar 2012

Mentiras abominables (I)

en este caso el Yogur Firme


abominable.

(Del lat. abominabĭlis).
1. adj. Digno de ser abominado.

 
2. adj. Que desagrada profundamente.



Como no soy televidente (ni poseedora de tan popular artefacto) me ahorro grandes disgustos en lo que a publicidad se refiere. Nada me salva, claro, de indignarme frente a los afiches inmensos de ATMA*  que hay en la autopista La Plata - Buenos Aires o frente a las publicidades que invaden radios, revistas y mucho más sin que muchos lo noten.  Tampoco me salvo de la tele, pero ese será asunto de otro post. 

"Yo noto las publicidades" por así decirlo y eso me hizo escribiente de una sección al respecto en una revista que fue celebre mientras duró y me hará de aquí en más responsable de tal sección en este bloc. 

Establezcamos algunos hechos como punto de partida. La publicidad de por sí no es un material edificante pues suele estar estructurada a partir de estereotipos más o menos obvios, apelando a supuestos deseos -o queriendo construirlos- poco complejos. Además, si hay un área de trabajo que ha sufrido fuego de cerebros en nuestro país, ese es el de la publicidad: no hay menstruación que no sea azul, jabón en polvo que no baile dentro del lavarropa al que llegó de manos de una mamá que se entristece fatalmente por el barro, ni desodorante masculino que no pretenda venderse a fuerza de demostrar que tumba a las mujeres detrás de quien lo use. 

Veamos para ilustrarnos con mayor profundidad un simple ejemplo: el del yogur*.



Resulta que este alimento que ha acompañado a la humanidad desde tiempos lejanos y cuya "receta" jamás escondió mayores secretos, ha sido recientemente destruido por la ambición capitalista de maximizar la ganancia, ayudada claro por las astucias de la industria publicitaria. 
Es lamentablemente así: el yogur, un fermento lácteo de fácil producción, se ha convertido en una gelatina pretenciosa. 
Se vende como plus su propia falta, o sea; ser firme. 

Pero los yogures no son firmes. Ni pueden ser divididos en colores como si tuvieran poderes al estilo los ositos cariñosos (verde; daiet, violeta; digestivo, etc.). Tampoco se ha descripto aún evidencia alguna de que sean mejores si los comemos en potecitos de 120 gr. en los que no cabe una cucharita de té y elevan su precio al punto que una heladera de los mismos podría cotizar en bolsa. Nada de eso es cierto. Son mentiras abominables de la publicidad. 

Por lo tanto, no ha caído aún la semilla de la que crezca el pasto que coma una vaca que de leche que haga yogur firme para que yo lo coma. 

pájara. 


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*
Mi homenaje al querido Gandara entero, que no resistió  las tendencias
monopólicas de la industria láctea nacional.