No sé cuando la escuché por primera vez, pero si cuando fue la última vez que fui golpeada por la palabra "bajan" como si fuera una maza directa a mi cabeza.
Fue hoy.
"Bajan" es la expresión que la Bariloche suiza, clasemediera y turística usa para decir que los otros barilochenses, los del alto, los negros, los mapuches, los laburantes, van a la Mitre. La policía los persigue cuando "bajan" y en las calles se pregunta siempre porqué se permite el aluvión de los que "bajan a pedir", de los que "bajan a robar".
Pero ayer la policía mató de un tiro en la cabeza a un pibe de 16 años y otros dos murieron después por la acción policial, y los otros barilochenses, los que roban leña para la salamandra, los que no piensan en las pistas de esquí cuando nieva, los que viven en barrios que no son un pinar, bajaron al centro.
Bajaron sin diplomacia y sin embajadores. No traían en su protocolo el cántico ordenado, ni la pancarta moderada de "justicia", ni a oradores entrenados para la ocasión. Prendieron gomas, quemaron tachos, tiraron piedras. Y recibieron balas otras vez.
Ahora me acuerdo la primera vez que yo fui al Alto, a la casa de una vecina, Blanca, con la que tratábamos de militar bajo la forma de organización vecinal, alfabetización y lucha contra la nevada que había caído ese invierno de 1995.
A Blanca también la policía le había matado un hijo cerca del Tiro Federal. Y ella decía que le iban a matar a otro porque era "bocón". Blanca era una mujer pequeña y flaquísima que un día me dijo que lo que ella "no quería aprender" en la alfabetización "eran los números grandes" porque ella "no los necesitaba".
Quizás le mataron el otro hijo a Blanca, y quizás estaba ella también entre los que bajaron a patearle la cara a la Bariloche maquillada que silencia eternamente la miseria que crece atrás del Cerro Otto.
Al menos en mi geografía política siempre está el Alto de esa ciudad en la que nací.
Duele siempre, pero no siempre duele como hoy.