10 may 2012

Las leyes de ayer, la de arena.

respeto.

(Del lat. respectus, atención, consideración).

Ayer (lástima que está en la web sin autor/a)



Ayer el Senado votó dos leyes de vanguardia. 
La denominada Ley de muerte digna y la Ley de Identidad de Género. La primera permite en caso de enfermedad terminal o incurable negarse a mantener la vida con tratamientos que sean sólo soporte de la función biológica. Permite además firmar “directivas anticipadas”, o sea tener una consideración con validez legal sobre la vida propia en situaciones extremas. La segunda permite adaptar los datos identificatorios al género autopercibido respetando la vivencia que se tenga del propio cuerpo -algo que, mostrando su apoyo, habían hecho algunas instituciones como la UNLP- y en función de esto, entre otras cosas, obligar a una prestación médica acorde. 

Las leyes tienen, en estos dos casos, tantísimas dimensiones. Son expresión de luchas de mucho tiempo; en el primer caso de familias, de personas, que tuvieron o que tienen que transitar situaciones imponderables y que llamaron la atención social sobre experiencias donde el encuentro entre la implacable naturaleza y los avances de la medicina y la ciencia daban lugar a situaciones artificiosas. En el segundo caso a la militancia (decir diversa es una obviedad) de colectivos que cuestionan cualquier gobierno sobre el cuerpo y la experiencia que no sea el propio. 

Las dos leyes tienen (aunque esta vez no haya querido exponerse) también una evidente derrotada: la Iglesia Católica. Sabemos que ésta prefiere mantener como atributos divinos estos y otros tantos asuntos terrenos de la vida humana - y conservar para sí el dominio sobre el nacimiento, el matrimonio, la vida y la muerte-. Recordemos sino el manijeo infernal (si se permite la palabra) que desplegaron los hombres del Episcopado cuando se debatió y aprobó la Ley de Matrimonio Igualitario. 
Esta vez sin embargo las advertencias y presiones existieron, pero en forma mucho más velada. Quizás porque duele la derrota anterior y porque estaba absolutamente claro que cuando llegaran el recinto parlamentario, las leyes serían aprobadas. 

Las leyes son sólo por eso motivo de festejo. 

Las leyes además "nos devuelven", legalizan, que las decisiones sobre la propia vida y el propio cuerpo son de nosotr@s, nos reconocen un derecho que es siempre insurgente (y que no se acota a estas dos situaciones) de ser sujetos de nuestr@ propia historia. 

Las leyes son un punto de apoyo. Aportan sin lugar a dudas a los combates de ideas, de imaginarios, de realidades que damos día a día las y los que creemos en una organización social alternativa a la existente que libre a la vida humana de las cadenas que le impone el capital y el crucifijo. 

Las leyes son también expresión de aquello que nos falta. Por eso hoy, y una vez más: ni una muerta más por aborto clandestino.




pajara.