frazada.
Ayer me tocó compatir la lectura de un capítulo del libro de François Furet El pasado de una ilusión, Ensayo sobre la idea comunista en el siglo XX en el que se afirma -discutiendo supuestamente con Lenin y su El imperialismo, fase superior del capitalismo- que la historia del siglo XX nos ha enseñado ("hemos aprendido" dice Furet) a distinguir a las firmas capitalistas de los Estados que las abrigan.
La idea es tan vacía como aquí la retrato y no es la única de éste tipo
que encontraremos si seguimos leyendo Furet. Claro que las y los
que formábamos el grupo en cuestión pensamos inmediatamente en Repsol,
la monarquía y el gobierno español y todo lo que podría volver a
pensarse, afirmarse, sobre el Estado "con apellido" a partir de este
problema.
Sin duda es lacaya la presentación que ha hecho del tema el gobierno
Español y los grandes medios de prensa argentinos. Ni que hablar de las
"repercusiones" que tuvo entre los organismos internacionales, garantes
de la seguridad jurídica y la democracia aplicada a base de lobby, presiones o misiones sobre el mundo, desde Grecia hasta la remota Argentina.
Ante esto es tentador pensar que el paso dado por el gobierno es un paso
que, objetivamente, nos aleja de "ellos". Creo que el problema que nos
plantea es que "nosotros" construye. Dejo aquí sólo unos puntos al
respecto, para un tejido que habrá que construir a lo largo de las
semanas, de los tiempos, en un análisis de la situación que construiremos entre tod@s*.
Partamos de algún lugar: la intervención se hace (como se dijo por ahí) con Kicillof, con De Vido y con el tren fantasma que viene con él. Los que fueron mandados a ingresar en la torre de Repsol YPF y tomar control de la empresa no son ni más ni menos que los que dirigieron la relación de desinversión y el saqueo de los últimos años desde la ventanilla del Estado. Eso, mal que pese en el honesto acompañamiento a la medida, no es accesorio sino constituyente de la nueva situación. Los límites que esto impone, sin embargo no son nunca tan rígidos como se piensa. El gobierno ha sabido sorprender y sorprendernos porque es, por sobre todo, un gobierno que se sirve de la política como herramienta y que es capaz de generar escenarios propios allí donde parece que ha llegado su agotamiento. No hay nada más apolillado que el apocalipsis.
La forma expropiación, que tanta alarma genera, tiene su forma
domesticada acorde a las leyes del capital. Esa es la forma que se
usará, y la cosa se aclaró varias veces durante el anuncio en Casa
Rosada: expropiación con pago en base a una valuación de la empresa que buscará el acuerdo con el grupo Repsol.
Valga aclarar, además, que REPSOL no es una empresa española, sino una
multinacional con capitales europeos- lo que justifica la reacción de la
UE, el Financial Times y
el Banco Mundial. ¿Le pagamos entonces, un "precio justo" a quienes
descapitalizaron YPF y saquearon la reserva de gas y petróleo sin que
sepamos, si quiera, la dimensión del daño? ¿Quiénes y cómo van a evaluar
la situación, desde los pozos hasta los libros contables para ponerle
precio a la cosa?
La cuestión de la soberanía se ha jugado también como "soporte" de la decisión. Creo que hay mucho de cierto en que la medida se toma como acto de soberanía (dado no por una convicción nacionalizadora sino por el agotamiento de una relación comercial que hacía interferencia ya en forma permanente). Pero será corta la frazada si por soberanía solo entendemos -y reclamamos- una YPF en parte estatal. Avanzar hacia que sea "100% Estatal" es central y no por fetichismo nacionalista sino porque esa es la única manera (es el prerequisito) de que prime una lógica diferente de la actual. Y de vuelta, una lógica organizada en base a las necesidades de un verdadero desarrollo económico contemplando la sustentabilidad y el medio ambiente, es la demanda dos, una demanda que sólo puede hacerse si se ha hecho carne (y reclamo) un imaginario de cómo es ese "desarrollo económico".
Creo que una modificación estable a izquierda de la presente situación sólo podrá hacerse con una fuerza social que la imponga, y eso reorienta las cámaras hacia nosotros. Como
tantas otras veces no se trata de desplegar un programa de "cómo
debería ser" la situación, ni de establecer las delimitaciones -que
siempre me parecen de una pobreza extrema- de ni con Repsol ni con el gobierno sino de preguntarnos cuál es el combate político que debemos/ podemos dar para que la situación avance en una dirección favorable para l@s trabajadores y el pueblo**.
Y eso nos obliga a pensar en la situación en la que se encuentra el
campo popular, en la situación en la que se encuentran los sindicatos y
las organizaciones de los trabajadores -- sin olvidar que algo de la
experiencia obrera sucede "por debajo" de los sindicatos, y aunque no
choque hoy con ellos, puede ir en dirección divergente a las cúpulas
burocráticas. La CGT salió a regañadientes a "defender la medida" (que
legitima a un gobierno con el que tienen cada vez más distancia) porque
(según Piumato) es parte de lo que siempre quiso la CGT - La estatización de las empresas que deben ser de todos los argentinos . Claro
que no pensó lo mismo frente a TBA y la situación de los trenes en
Argentina. El cinismo de la burocracia sindical no tiene límite, no
está oculto para quien quiera verlo y no debe tener límite tampoco
nuestra denuncia. Pero la hegemonía de la CGT por suerte, no es todo. No
es todo lo que pasa en los sindicatos, ni es todos los sindicatos.
Mientras Cristina anunciaba la elevación de la Ley para la soberanía
energética y la intervención de YPF, por ejemplo, la radio cubría la
asamblea de subte que decidió el paro de hoy y la periodista retrató la recepción de la medida de la "recuperación" de YPF entre los trabajadores: "Una pausa y luego euforia se vivió cuando llegó la noticia" dijo. Esa alegría es el mejor escenario para debatir ideas sobre hacia donde podemos llevar las cosas si nos lo proponemos, si tenemos nuestra propia voz. Porque la denuncia de los límites de la medida (y del gobierno) no debe construir una muralla.
En última instancia pesan más nuestros propios límites, y son esos límites los que debemos desafiar.
En última instancia pesan más nuestros propios límites, y son esos límites los que debemos desafiar.
pajara.
* Apenas se tomó la medida circularon
una serie de declaraciones y documentos para pensar el tema. A mí me
gustó, por ejemplo, uno de Claudio Katz.
** Sobre este tema de los combates,
me sigue llamando la atención lo poco que combate, lo poco crítica que
es desde y en su propio espacio gran parte de la juventud
"kirchnerista" (y no me refiero aquí a la que está organizada en las
estructuras más "jerárquicas" sino a la que numérica y políticamente me
parece más importante) que mantiene lazos afectivos y de identificación
con el gobierno (por su progresismo, por sus posiciones ante temas como DDHH, reservas, medios) pero no ha mostrado aún intenciones de "opinar para
orientar" las políticas de éste.