25 feb 2013

Ir a la feria, parte I



feriar.

(De feria).

1. tr. Comprar en la feria.

2. tr. Vender, comprar o permutar algo por otra cosa.

3. tr. Col. y Ec. Vender muy barato por necesidad urgente de dinero o por otra causa.






Letra chica
Es inevitable amargarse al descubrir el precio de algo bonito en las vidrieras. Las cuentas no cierran ni aplicando todos los descuentos ofrecidos.
Para colmo, cuando atravieso las calles comerciales del centro, recibo sin defensa el insulto constante de sus vistosos escaparates. Me enfermo cuando una prenda de liquidación "baja" de $350 a $328, o cuando veo que un par de jeans cuestan $399.- y un par de zapatos que ni mú, otros $499. En temporada o en liquidación, comprarse ropa es un lujo y los descuentos de temporada, puras, puras patrañas.




Como toda noble amante de lo bueno, bonito y barato, cada tanto me zambullo en las ferias americanas para resolver parte de las cuestiones de la vestimenta. Aunque estrictamente, no sólo las ferias de ropa me gustan, si no, ese universo de mercados, puestos y parajes semiambulantes de las ciudades (excepto los de artesanías) donde abundan precios bajos, infinidad de objetos y se puede comer, comprar comida; ropa; muebles; libros; anteojos; despertadores; sombreros; flores y todo tipo de cosas raras o ridículas. Sin ambiciones, este post y el siguiente se van a centrar únicamente en algunos consejos, causas y azares de las ferias de ropa usada.

Orden, barro y caos en los puestos de la feria

Hablar del tema lleva a comparar los precios y calidad de acá con la de otros países, y a veces, a debatir la legalidad y características de la actividad feriante, aparente amenazadora de una supuesta industria nacional textil. Sin entrar en un detalle políticoeconómico del rubro, bueno es saber que la mayor parte de sus prendas provienen de donaciones reales de estadounidenses (cuyo monto pueden incluso llegar a deducir de sus impuestos). Luego, seleccionadas y acumuladas en fardos, son enviadas como donaciones a puertos de Latinoamérica para.... ser puestas a la venta. Los containers se venden a unos pocos que revenden a otros pocos, que vuelven a vender a otros pocos que contratan a otros muchos por poquísimo dinero para clasificarlas, organizarlas y venderlas en los puestos de las ferias, a tantísimos de nosotras/os.

Mujer atendiendo un puesto de la feria

Los fardos de ropa que compran los feriantes tienen un precio según la calidad y el estado de las prendas. Dentro de las pilas inmensas de los puestos se puede encontrar de todo: ropa manchada, ropa rota, ropa deformada, ropa gastada, ropa muy pasada de moda (con y sin onda) y... ropa de muy buena calidad.
En los puestos que traen los fardos más caros, se encuentra ropa de marcas muy conocidas y usualmente MUY caras. A veces, son prendas usadas provenientes de donaciones, otras -conetiquetaytodo- de saldos de temporadas pasadas de allá.


Las ferias son una verdadera opción para quienes compramos allí, especialmente por sus precios y porque se consigue más variedad que la moda impuesta y mejores talles que los diminutos ofrecidos en el mercado. Pero también, son un claro producto de las políticas neoliberales y un fenómeno creciente, una realidad laboral de largas, mal pagadas y precarias jornadas para miles y miles de personas, que a menudo se ven hostigados por la policía.
Al ritmo del desempleo y los bajos salarios, se multiplica el número de ferias; de trabajadores y trabajadoras que dependen de un puesto, y también el número de compradores que las visitan.










Continuará... 

(Hallazgos y recomendaciones para feriar, en la próxima entrega de La Papelera).